martes, 15 de junio de 2010

En modo imperativo

Para quienes no les importe echar un ratito de lectura



Me creí constructor
y edifiqué un castillo
con naipes inestables
que no mantenían el equilibrio.

Creí que nuestro amor
sería para siempre
por cómo nos llevábamos,
la mar de bien…, lo cual, era evidente.

Confiados caminábamos
por una cuerda floja
atada a sus extremos
por la imprevisión y por la lisonja.

Pensé que nuestras metas
estaban definidas
y que nuestro camino
directamente a ellas nos llevaría.

Era nuestro sendero
una vía expedita
llena de sombras frescas
bordeada de fuentes de agua fría.

Daba gusto ambular
por una senda tan grata
pues, ni siquiera un chino
se nos metía en las alpargatas.

Pero unos nubarrones
se nos aparecieron
allá, en el horizonte
con presagios que nos estremecieron.

Se les veía lejos
vestidos de distancia,
pero avanzaban rápidos
para cambiar nuestras circunstancias.

Mi castillo frágil
se tocó de impotencia
llevándome a pensar
que peligraba su propia existencia.

Llegamos a dudar
de los planteamientos
que llegaron a ser
la base de nuestros entendimientos.

Era cuestión de tiempo,
de ilusión y d esperanza,
lo que necesitábamos
para sobrellevar aquella trama.

Me sentía optimista,
aunque algo contrariado,
mas dispuesto a luchar
por lo que teníamos conquistado.

Merecía la pena,
según propia opinión,
defender nuestro amor…;
vivir contigo, era mi decisión.

Tu opinión no era igual;
querías lo inmediato,
rechazabas problemas
sabiendo que ¡nos jugábamos tanto…!

Me venció tu pragmática,
me expusiste motivos,
me deseaste suerte
diciendo que fuiste feliz conmigo.

De manera amigable
me diste pasaporte
con un destino incierto
como a alguien a quien no se conoce.

Mi castillo cayó
por el suelo al momento;
todo se fue al garete;
yo mismo me creí que me había muerto.

No pude recoger
ninguno de mis naipes
y enseguida pensé
que estaba obligado a cambiar de aires.

Quise odiarte y no pude
porque te quise mucho,
pero vi la verdad:
¡Fuera me estaba esperando otro mundo!

Me di una media vuelta,
volví sobre mis pasos
desandando el camino
que entre los dos habíamos hollado.

Estuve en el desierto,
encontré oasis breves
donde calmar la sed
pero teniéndote siempre presente.

A veces vi espejismos
que parecían fuentes
de aguas abundantes
cuya irrealidad era patente.

¿Y, a ti, cómo te fue?
¿Vislumbraste el futuro
cuando ya pasó el tiempo?
¿No actuaste de un modo prematuro?

Mas sea lo que fuere,
tú has vivido tu vida
y yo viví la mía
¡lástima que no fuera compartida!

El amor verdadero
es amor para siempre
como el que yo te tengo
que sin olvidarlo, me quedó en ciernes.

Pero ya son escombros
los encofrados que hice
porque tú no quisiste
hacer conmigo todos los tabiques.

Tendremos ocasión
de encontrarnos de nuevo
cuando pasen los tiempos
para que nuestro amor ya sea eterno.

Serán nuestros espíritus,
ya libres de prejuicios
quienes se beneficien
del amor iniciado y no construido.

Mientras, nos guardaremos
en modo imperativo
las vivencias comunes
que ahora no tienen ningún sentido.
El Puerto de Sta. Mª,13.06.2010
José Teodoro

2 comentarios:

Piedad dijo...

Hola, J Teodoro.
Veo que soy la primera en comentar sobre la construción de este castillo que antes de llegar a la cúpula se fue al garete. Claro, que sólo es una historia contada en verso muy hermosa por cierto, que expresa con sinceridad los sentimientos del fracaso amoroso. Pero sin duda, después del fracaso llegó el definitivo con fuerza en sus pilares en los que apoyarse hasta la eternidad.
Que tengas un feliz fin de semana...

J. Teodoro P. G. dijo...

Piedad, como siempre es un placer recibir tus comentarios. Los acepto como sincera crítica literaria que resalta el argumento y quizá la estética, lo digo con la mayor modestia.
Cuando la imaginacción vuela, las creaciones son posibles.
¡Ah! formidable descripción de ese paseo por el Pirineo. Puedo confirmarlo pues lo atravesé para volver de Lourdes por Andorra; lo describes puntualmente.
Que tengas una felicísima tarde de domingo.
Mi reconocimiento.
JTeodoro