Dejemos
las cosas, no las toquemos
al
no haberlo hecho a su debido tiempo
pues
no nos valen los lamentos,
nuestro
caso que ya no tiene arreglo
aunque
suframos cuando atrás
miremos
dolidos,
evocando los recuerdos
que
nos hablan de felices momentos
repartiéndonos un amor sincero
que
teníamos bien cargados de sueños
que
entre nosotros eran complementos
que
encajaban del modo más
perfecto.
Hoy,
pensar en ello no tiene objeto
porque
se hieren nuestros sentimientos
que
nos acusan de los desaciertos
cometidos
por los razonamientos
inconscientes
por la falta de tiento
con
que mandamos nuestro amor al viento
para
acabar por último perdiéndolo
definitivamente,
sin remedio.
Pero
somos humanos, nos queremos
a
pesar de los acontecimientos
que
en nuestras vidas han ido sucediendo
porque
el amor como dicen es ciego
y
no entiende de distancias ni tiempos
sino
de atracciones y acercamientos,
de
contactos, de caricias y besos.
No
obstante lo real y verdadero
es
que nos desviamos de aquel sendero
de
la mano, enlazando nuestros dedos
creyendo
que estábamos junto al cielo
realizando
un bonito crucero
atracando
en cada uno de los puertos
que
nosotros teníamos abiertos
en
el ancho mar de nuestro entendimiento.
Ahora
toca ser fríos, serenos
aceptando
como sucedieron
las
realidades de nuestros hechos
como
nuestros destinos dispusieron:
"privarnos
de un amor casi perfecto"
sin
que hubiera ni discusión
ni acuerdo,
solamente
una separación, es cierto,
que
por más que pienso no la comprendo.
Ahora,
lo único que tenemos
es
mucha añoranza de todo aquello,
la
experiencia de un amor estupendo,
lo
que a pesar de todo es un consuelo,
como
un pedacito de pan de pueblo
que
no es todo el pan pero está
muy bueno.
José Teodoro Pérez
Autor-propietario
PSM, 03.06.2013