viernes, 19 de julio de 2013

Amor de carne y alma

    Imagen tomada de i n t e r n e t

Viendo el fruto crecer
en la arboleda púber de tu pecho,
tuve un sueño ayer:
creí tener derecho
a esperar que ese fruto estuviera hecho.

Nos vimos madurando
poquito a poco, progresivamente
y fuimos engendrando
de manera ascendente
una atracción de lo más evidente.

Tú, lucías mejor
que nuestro Sol sureño a mediodía,
la más hermosa flor
que en mi jardín se abría
aquella que mi pecho encendía.

Cambió tu cuerpo esbelto,
te aparecieron curvas elegantes;
con aire desenvuelto,
no eras la misma de antes,
tus modos eran algo desafiantes.

Igual que a un joven hombre
tú me considerabas y tratabas,
pronunciabas mi nombre
luego te sonrojabas
y sé que tus pulsos acelerabas.

Se me cambió la voz
al mismo tiempo que empecé a afeitarme;
fui mayor muy veloz,
quisiste acompañarme
y tú, a mí, no parabas de agradarme.

Llegamos a intimar,
nos vimos atados con fuertes lazos
amándonos la mar
entre besos y abrazos
dando al amor grandes espaldarazos.

Aquel fruto crecía
y apetitoso se desarrollaba
según yo lo veía…,
por lo que me gustaba…,
con solo contemplarlo disfrutaba.

Pude recolectar
la mies de tu juventud más lozana,
pude saborear
con mi gula mundana
el dulzor doble de aquella manzana.

Anduve por el valle
sinuoso de tu plácida colina
y pasé por la calle
donde Venus divina
llegó al monte que ella misma domina.

En siesta estimulante
dormí las tardes entre tus laureles,
siesta reconfortante
que nos hizo ser fieles
a catar constantes aquellas mieles.

Nuestros cuerpos casaban
en un perfecto, ajustado ensamblaje;
los pechos jadeaban
al hacer el encaje
de nuestros miembros en fuerte andamiaje.

Un amor de carne y alma
fue el amor de nuestros entendimientos
lleno de pasión y calma,
pleno de aditamentos
y de nobles y bellos sentimientos.

Creada el 10.04.2010
Autor-propietario:
José Teodoro Pérez


lunes, 8 de julio de 2013

Puerta irisada


     Foto tomada de internet


Eras poco más que una adolescente
cuando me inundaste con tu atracción;
tus dieciocho años no fueron condición
para quererte enloquecidamente.

Mi edad doblaba de sobra a la tuya
pero a ti para nada te importó;
tú me amabas como te amaba
y por captarme anduviste con bulla.

Desde el principio te fui muy sincero
pidiéndote que hicieras reflexión
antes de formalizar relación
puesto que tu dicha estaba primero.

Estabas decidida, ilusionada;
buscabas en mí la seguridad,
la experiencia y quizá la protección;
en verdad, estabas enamorada.

Me ofreciste juventud y ternura,
me entregaste tus vírgenes primicias
envueltas en delicadas caricias;
jamás imaginé tanta dulzura.

Supe respetarte en todo momento,
te traté con mimo, con gratitud
respondiendo con toda prontitud
a tu entrega, a tu entusiasmo sin cuento.

Aportaste luz a mi madurez,
esperanza a débiles perspectivas
que me transformaste en reales, vivas
hasta el límite de la insensatez.

Siempre contenta, colgada a mi cuello
buscándome sin control ni medida,
anulando mi voluntad perdida
porque te me adherías como un sello.

Acurrucada dócil en mi pecho
me ofrecías tus labios tentadores,
tan frescos como las lozanas flores,
como índice de la obra en nuestro lecho.

Te hice participar de mi vida
para convertirte en mi complemento,
entregándome a ti sin miramiento
teniéndote siempre bien atendida.

Compartimos una etapa increíble,
nos amamos apasionadamente
compenetrados estupendamente
en un cariño noble y compatible.

Todo nos marchaba bien, eso es cierto,
vivíamos un envidiable sueño
y poníamos el mayor empeño
en vivir en armonía y concierto.

El amor inundaba nuestras vidas,
teníamos el edén en la tierra,
todo lo que ello significa y encierra,
lo digo con las reservas debidas.

Tanta dicha tendría su final
por causas ajenas inesperadas
que cortaron como filos de espadas
permutando por arena la cal.

Empezaste a mostrarte distante
y te noté sumida en la tristeza;
tú que me mostrabas tanta entereza
te turbabas al tenerme delante.

Llegué a preocuparme seriamente
preguntándote si algo te pasaba,
por qué hablarme tanto te costaba,
por qué te veía tan diferente.

Con mucho pesar, con mucha pereza
me dijiste que me ibas a hacer daño
porque hacía por lo menos un año
que una duda rondaba en tu cabeza.

Que sabías estar enamorada
de un muchacho que tenía tu edad,
que pensabas que era una necedad
renunciar a una buena historia…, cantada….

Que me guardabas la fidelidad
pero que ya dabas por terminado
el tiempo que me habías dedicado
a cambio de tanta felicidad…

Que lo que habías vivido conmigo
era la más entrañable experiencia
que guardarías siempre en tu conciencia
siendo a la vez tu premio y tu castigo.

Que te ibas, lo tenías decidido
y que me quedabas agradecida
pero emprendías una nueva vida
porque el destino lo había querido.

Te solicité un poco de atención
para comunicarte que supieras
que sabría respetar lo que hicieras,
cualquiera que fuese tu decisión.

Que sentiría mucho que te fueras
pues me diste más de lo que esperaba
y aunque con tu abandono no contaba
fui muy dichoso porque me quisieras.

Fuiste la luz que abrió mi oscuridad,
una inesperada puerta irisada
que en respuesta a tu amor fue traspasada
por mí sin la menor dificultad.

Me sentiré bastante contrariado
pero jamás te reclamaré nada;
vete, y ojalá que seas tan amada
como tú bien sabes que yo te he amado.

Me ofrezco a ser tu amigo y confidente,
no tengas reparos en acercarte
a compartirme lo que se te encarte
que te atenderé diligentemente.

Serás como un miembro de mi familia
que viene a su casa con libertad
porque me has ganado la voluntad
aunque me impongas eterna vigilia

Creada el 31.01.2013
Autor-propietario:
José Teodoro Pérez


miércoles, 3 de julio de 2013

Ojos claros como el agua


    Foto de la red

Nunca podrás saber
los caminos que anduve,
nunca comprenderás
cuántos fueron los problemas que tuve.

Nunca te enterarás
en qué cosas pensé
ni qué preguntas me hice;
las que nadie me supo responder.

Nunca tendrás noticias
de aquella soledad
que me acompañó un tiempo
con un aspecto duro de crueldad.

Dudo si sabes algo
de mi peregrinar
por un largo sendero
que creía que nunca iba a acabar.

Dudo que tú pensaras
si tenía problemas,
o por donde marchaba,
posiblemente nada te influyera.

Dudo de si preguntaste
alguna vez por mí
y cuál fue tu respuesta
a lo que alguien te pudiera decir.

Mi mente recreó
experiencias vividas
contigo felizmente
en alegre y compartida armonía.

Mi oído recordó
palabras por ti dichas,
palabras musicales
que para mi eran dulce melodía.

Mis retinas grabaron
imágenes bonitas
de situaciones tuyas,
imágenes que me eran muy queridas.

Mis manos añoraron
el lazo de tus manos,
el tacto de tu piel,
el regalo sutil de tus encantos.

Sobre todas las cosas,
tu sonrisa entrañable,
mi puerta de tu amor,
me gusta, junto con tus ojos grandes.

Ojos claros como agua
de la gama del verde;
pestañas a manojos,
largas, vueltas con puntas de alfileres.

Tu cuerpo único, esbelto,
proporciones canónicas,
con medidas de infarto
que exhibías en tu figura armónica.

Pero era tu persona,
alojada en tu cuerpo,
lo que yo más quería;
mi esperanza, mi ilusión, mi consuelo.

Nuestra historia sencilla,
densa, maravillosa,
está escrita en mi agenda,
es el orden del día de cada hoja.

Pasó ya media vida
de este acontecimiento,
pero está aún presente
en lo más interno de mis adentros.

Me llevaré conmigo
estos nobles afectos
que me han acompañado
como los más leales compañeros.

Creado el 31.03.2009
Autor-propietario:
José Teodoro Pérez