lunes, 16 de abril de 2012

El espejo













Hoy, mirándome al espejo
he visto que mis rasgos
van asemejándose a los pétalos
de una flor sin apogeo
en las páginas de un libro viejo
pero que conserva su olor añejo,
reminiscencia de un rancio abolengo
entre las hojas aprisionado.

Me doy media vuelta, ando unos pasos
y miro tu foto que está en un marco
en una mesilla de nuestro cuarto.

¡Estás tan bonita a tus dieciocho años!

Por ti también ha pasado el tiempo
pero no te ha hecho tanto daño
porque tienes un aspecto de infarto;
tus ojos brillan como dos luceros,
tus labios son carnosos, sonrosados, tersos,
que me invitan a besarlos;

me provocan, te lo prometo
como cuando éramos nuevos;;
tu sonrisa me causa estragos.

En conjunto me conservas intactos
todas las cualidades y todos los aspectos
del amor que me causó tanto impacto
cuando apenas éramos unos muchachos
que amor eterno nos prometíamos.

Vuelvo a mirarme en el espejo
pero aquellas cualidades no las aprecio;
no obstante encuentro algún consuelo
sabiendo que en ti, aun encuentro
un cariño tan grande, tan inmenso
que es lo mejor de todo lo que tengo
y, aunque casi no me queda pelo
no puedes imaginarte cuánto te quiero
y, sabiendo que tengo tu amor y tu respeto
no me importa ni un rábano
lo que quiera decirme el espejo.
J. Teodoro Pérez, Abril'2012