lunes, 8 de julio de 2013

Puerta irisada


     Foto tomada de internet


Eras poco más que una adolescente
cuando me inundaste con tu atracción;
tus dieciocho años no fueron condición
para quererte enloquecidamente.

Mi edad doblaba de sobra a la tuya
pero a ti para nada te importó;
tú me amabas como te amaba
y por captarme anduviste con bulla.

Desde el principio te fui muy sincero
pidiéndote que hicieras reflexión
antes de formalizar relación
puesto que tu dicha estaba primero.

Estabas decidida, ilusionada;
buscabas en mí la seguridad,
la experiencia y quizá la protección;
en verdad, estabas enamorada.

Me ofreciste juventud y ternura,
me entregaste tus vírgenes primicias
envueltas en delicadas caricias;
jamás imaginé tanta dulzura.

Supe respetarte en todo momento,
te traté con mimo, con gratitud
respondiendo con toda prontitud
a tu entrega, a tu entusiasmo sin cuento.

Aportaste luz a mi madurez,
esperanza a débiles perspectivas
que me transformaste en reales, vivas
hasta el límite de la insensatez.

Siempre contenta, colgada a mi cuello
buscándome sin control ni medida,
anulando mi voluntad perdida
porque te me adherías como un sello.

Acurrucada dócil en mi pecho
me ofrecías tus labios tentadores,
tan frescos como las lozanas flores,
como índice de la obra en nuestro lecho.

Te hice participar de mi vida
para convertirte en mi complemento,
entregándome a ti sin miramiento
teniéndote siempre bien atendida.

Compartimos una etapa increíble,
nos amamos apasionadamente
compenetrados estupendamente
en un cariño noble y compatible.

Todo nos marchaba bien, eso es cierto,
vivíamos un envidiable sueño
y poníamos el mayor empeño
en vivir en armonía y concierto.

El amor inundaba nuestras vidas,
teníamos el edén en la tierra,
todo lo que ello significa y encierra,
lo digo con las reservas debidas.

Tanta dicha tendría su final
por causas ajenas inesperadas
que cortaron como filos de espadas
permutando por arena la cal.

Empezaste a mostrarte distante
y te noté sumida en la tristeza;
tú que me mostrabas tanta entereza
te turbabas al tenerme delante.

Llegué a preocuparme seriamente
preguntándote si algo te pasaba,
por qué hablarme tanto te costaba,
por qué te veía tan diferente.

Con mucho pesar, con mucha pereza
me dijiste que me ibas a hacer daño
porque hacía por lo menos un año
que una duda rondaba en tu cabeza.

Que sabías estar enamorada
de un muchacho que tenía tu edad,
que pensabas que era una necedad
renunciar a una buena historia…, cantada….

Que me guardabas la fidelidad
pero que ya dabas por terminado
el tiempo que me habías dedicado
a cambio de tanta felicidad…

Que lo que habías vivido conmigo
era la más entrañable experiencia
que guardarías siempre en tu conciencia
siendo a la vez tu premio y tu castigo.

Que te ibas, lo tenías decidido
y que me quedabas agradecida
pero emprendías una nueva vida
porque el destino lo había querido.

Te solicité un poco de atención
para comunicarte que supieras
que sabría respetar lo que hicieras,
cualquiera que fuese tu decisión.

Que sentiría mucho que te fueras
pues me diste más de lo que esperaba
y aunque con tu abandono no contaba
fui muy dichoso porque me quisieras.

Fuiste la luz que abrió mi oscuridad,
una inesperada puerta irisada
que en respuesta a tu amor fue traspasada
por mí sin la menor dificultad.

Me sentiré bastante contrariado
pero jamás te reclamaré nada;
vete, y ojalá que seas tan amada
como tú bien sabes que yo te he amado.

Me ofrezco a ser tu amigo y confidente,
no tengas reparos en acercarte
a compartirme lo que se te encarte
que te atenderé diligentemente.

Serás como un miembro de mi familia
que viene a su casa con libertad
porque me has ganado la voluntad
aunque me impongas eterna vigilia

Creada el 31.01.2013
Autor-propietario:
José Teodoro Pérez