sábado, 12 de septiembre de 2009

Orla de oro

Ni fue la profesión, ni fue el bienestar,
ni siquiera una relación permanente,
ni la relativa felicidad
encontrada por otros ambientes:
Por nada pudiera enmascarar
aquella relación evidente
como la que consiguió demostrar
aquella pareja de adolescentes
que surgió libre, casi sin pensar,
unida por una atracción muy fuerte,
una atracción, bonita de verdad.

Ella, es cierto, no era la más hermosa,
pero si era preciosa, interesante,
por su actitud abierta, contagiosa;
por su figura esbelta, elegante;
por su sonrisa como no había otra;
por su ternura, dulce, incomparable;
por sus femeninos modos y formas.

Él, tenía un enigmático carisma,
sencillo por sus gestos y maneras;
en su personalidad reunía
una vida de muchas experiencias
por el ambiente del que provenía
que le escamoteó la etapa niña,
la pubertad y algo de la adolescencia,
llegando directamente un buen día
a encontrarla, a tenerla en su presencia;
hablar con ella fue una maravilla;
oír su voz, música de la buena;
mirar de sus ojos las chiribitas
fue como ver del cielo, sus lumbreras.
Cuando se encontraban, saltaban chispas;
eran igual que dos polos opuestos
que con una gran fuerza se atraían,
tanto que se llamaban “complementos”
de su particular geometría,
formando su propio ángulo completo
en unas , muy bien perfiladas líneas
que tienen personal punto de encuentro.

Se les veía tan entusiasmados…,
siempre estaban pensando uno en el otro…
Se sabe que estaban enamorados
y que luchaban con problemas gordos;
los hechos les tenían separados;
los tiempos comunes eran cortos,
tan cortos que quedaban descorazonados,
porque vivían su amor casi solos
derramando en privado mucho llanto,
tanto que se enrojecían sus ojos
por impotencia ante hechos consumados.

Aquellos tiempos, bajo una orla de oro,
a los dos les quedaron enmarcados
en caracteres de laurel y fotos
y, aunque su aspecto ya está ajado,
se ven de aquel fuego algunos rescoldos
que el pasar del tiempo no ha apagado.
Pto. Sta. María, Septiembre'09
J.Teodoro Pérez

2 comentarios:

Luis Sánchez García dijo...

José Teodoro,llegué hasta aquí, divina residencia sin hora de visita, paredes imposibles que acogen lo imposible y afirman lo que todas las razones nos niegan.

Un saludo.

Luis, Ataraxía

J. Teodoro P. G. dijo...

Hola, Luís, creo que no te conozco pero me agrada que hayas enrado en mi blogger y hayas dejado ese apunte. Saludos cordiales